jueves, 23 de julio de 2009

El rompecabezas de la sexualidad

[...] Parece que, afortunadamente, nos hemos librado de una sofocante moral sexual, sin que hayamos caído en una orgía perpetua. Cualquier acto sexual es lícito si se realiza voluntariamente entre adultos, y no hace daño ni a los protagonistas ni a terceros. ¿Basta con esa norma?

Vivimos una liberación sexual.
Las sociedades han construido morales para facilitar el acceso a la felicidad, y que al prescindir de ellas, al buscar una libertad desvinculada, sin normas ni coacciones, nos encontramos de repente en un mundo complejo, sin mapas, sin instrucciones de uso, sin modelos, sin caminos, ni nada. ¿Es necesaria y posible, pues, una ética no del control, sino de la liberación sexual? No de regreso, sino de progreso.

La sexualidad es todo un sistema de relaciones, afectos, instituciones, expectativas y fracasos. En ausencia de normas, las relaciones sexuales/amorosas tienen que reinventarse individualmente, lo que en teoría es magnífico y en la práctica complicado. La sexualidad se ha privatizado. Los individuos que quieren convivir cada vez más se convierten en los legisladores de su propia vida, en los jueces de sus errores, pero también en los vengadores de las ofensas sufridas.

Las normas morales hacían las conductas predecibles, y simplificaban la toma de decisiones. La liberación sexual ha despertado en muchas personas la angustia de la posibilidad. Ya no está claro si hay que casarse o convivir, si tener y criar un hijo dentro o fuera de la familia, antes o despues de la carrera o en medio. Vivir solo, conveniencia prematrimonial y matrimonial, los pisos compartidos y paternidades varían pasando por uno o dos divorcios.

Se empieza a hablar de una educación para el vértigo. [...]


J.A. Marina

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